somos Ahumados Kusch
Receta Familiar
Una Herencia con sabor.
¡Ja, natürlich, mein Kind! Siéntate aquí al lado del fuego que te cuento cómo empezó todo esto…
Cuando era apenas un muchachito, allá en el sur de Alemania, mi Opa Wilhelm me llevaba a la cabaña de ahumado que teníamos detrás de la casa. Era invierno casi siempre —o eso parecía— y el aroma del enebro, el roble y la carne curada se metía en la ropa y en el alma. Aprendí desde chico que el tiempo y la paciencia son los ingredientes secretos. Nada de apurarse.
Usábamos recetas que venían en un cuaderno viejo, con manchas de grasa y letra cursiva antigua. Cada pechuga, cada costilla, cada trozo de cerdo… tenía su historia. Y no era solo cocinar, ¡era rendir homenaje a quienes lo hicieron antes!
¡Ah, qué tiempos, mein Junge! Llegué a Chile hace más de Sesenta años cuando emigré, traje esas recetas conmigo, bien protegidas como si fueran un tesoro., con la maleta llena de sueños, un par de cuchillos bien afilados, y sobre todo… el sabor del bosque alemán guardado en las recetas de la familia Kusch. Me instalé en el sur, donde el frío y la humedad me recordaban a mi tierra natal. Y ahí, entre lagos, montañas y chimeneas humeantes, eché raíces.
Fue mi nieta, María Helena Kusch, una mujer fuerte como el roble y dulce como el ahumado de ciruelo quien tomó el legado con las manos firmes. Ella no solo aprendió las recetas, sino que les dio cariño chileno, respeto por el producto local y esa mística del sur que lo envuelve todo en leña, lluvia y amor.
Nuestra empresa, que ahora lleva el nombre de AHUMADOS KUSCH, nació en una pequeña cocina de madera, con una chimenea que nunca se apaga. Ahí preparamos cortes seleccionados con técnicas tradicionales de ahumado lento. Usamos madera nativa lenga, roble y laurel, curamos a mano y respetamos los tiempos de cada pieza.
No hacemos producción en masa. Cada pieza de tocino, cada pechuga o jamón ahumado tiene nombre propio. Son productos con alma. Algunos clientes dicen que les recuerdan a la casa de los abuelos. Otros, que es la mejor carne que han probado. Y eso, mein Freund, amigo no tiene precio.
Y aunque yo ya no paso tanto tiempo frente al fuego, todavía me encontrarás sentado en el banco de la cocina, con un schnapps en la mano, asegurándome de que cada sabor tenga historia.








